19/02/2020 - 31/05/2020

Congreso Nacional de Laicos…¡Se notaba, se sentía!

Artículo escrito por Mónica Moreno Alonso,periodista, seglar de la Parroquia de Illescas y  responsable de comunicación de Cáritas Diocesana de Toledo,  sobre el Congreso Nacional de Laicos «Pueblo de Dios en salida» @laicos2020, celebrado en Madrid del 14 al 16 de febrero de 2020.

 

Congreso Nacional de Laicos…¡Se notaba, se sentía!

 

Me llamo Mónica, soy laica y vivo mi fe –creo que de forma activa- en la Parroquia de Santa María de Illescas (Toledo), en Cáritas Diocesana de Toledo y colaboro en todo aquello que la Iglesia de Toledo me pide; siempre al servicio del anuncio de la Buena Noticia. Yo he sido una de las personas afortunadas que este fin de semana han vivido el Congreso Nacional de Laicos, en el que han participado más de 2392 personas, de los que 28 representábamos a la Delegación de Toledo, aunque la presencia de toledanos en este gran encuentro ha sido realmente significativa.

Podría escribir una crónica de todo lo sucedido en el Palacio de Cristal de Madrid. Podría escribir muchos titulares, muchas declaraciones y relatar a muchos protagonistas. ¡Es difícil resumir todo! Pero no lo voy a hacer, porque gracias a Dios el Congreso tenía un excelente y envidiable equipo de periodistas, de community manager, de fotógrafos…, y muchas personas que han acercado minuto a minuto el Congreso al mundo, haciendo posible estar en él.

Me viene a la cabeza aquello de las peregrinaciones de “se nota, se siente…y sí se notaba y se sentía”. En todo momento se sentía y se notaba que Cristo estaba presente, que era y es el Centro de todo y de todos; se notaba en la sencilla y cálida capilla que había en el centro del gigante edificio de cristal con una capilla abierta en todo momento, en las cuidadas celebraciones litúrgicas, en los cantos, en las oraciones, y en cada uno de nosotros. Se notaba, se sentía que Cristo estaba presente y ¡qué decir del Espíritu Santo! ¡No paró! El Espíritu Santo soplaba, y soplaba mucho, siempre se “notaba y se sentía”.  ¡Todos vamos hacía un renovado Pentecostés!¡Pentecostés del siglo XXI! Ahí está nuestro reto.

Se notaba y se sentía que éramos una familia alegre y feliz.  La mayoría de las 2.392 personas no nos conocíamos pero a todos los rostros de los otros hasta nos resultaban familiares. Mirabas la acreditación, y decías “aquí tengo un hermano”. Sonrisas, amabilidad, respeto, ganas de compartir y de darte a los demás. ¡Hasta los obispos sorprendían, sentados entre nosotros en los grupos de trabajo, opinando contigo e interesándose por lo que decías! Todos en el mismo nivel, y en la misma silla.  Incluso en la hora de las comidas, que parecía que todo se iba a descontrolar por la cantidad de personas dirigiéndose hacia un mismo sitio se hacía con tranquilidad y con buen humor. ¡Esperar no importaba! ¡Era tiempo también para dialogar y conocer!

Se notaba y se sentía que estábamos en comunión y en comunicación, haciendo partícipe al otro de lo que cada uno teníamos. Y en este espíritu de comunión y comunicación se vivió y se sintió la sinodalidad, caminando a la par, por la misma senda, unos con otros. Tenemos que cambiar muchas cosas, ¡claro que sí! pero juntos porque en la Iglesia todos nos complementamos; todos somos necesarios! Y como en una familia, cada uno con sus características y particularidades.

Se notaba y se sentía la acogida. ¡Acoger a todos y no dejar a nadie al margen! En ningún momento te sentías solo, como en algunas ocasiones –o quizás muchas- en tu propia parroquia o comunidad o grupo.

Se notaba y se sentía la participación de los laicos. En las ponencias, en las intervenciones, en los círculos de reflexión. Se repitió en varias ocasiones el excesivo clericalismo, incluso se definió como “enfermedad”. Depende de cómo te vaya en la fiesta así podrás opinar, pero sí quedó claro que ¡Todos nos complementamos! Unos con otros, porque todos formamos esa gran familia en Cristo.

Se notaba y se sentía la creatividad y la increíble puesta en escena. Una cruz y nuestra Madre a un lado y al otro en la parte superior, y a los dos lados el coro y los músicos. En el centro una gran pantalla que era testigo de todos los que estábamos allí. Un escenario que reflejaba que la Iglesia está viva, que tiene mucho qué hacer y que somos y estamos alegres.

Se notaba y se sentía la alegría. ¡Ojalá siempre fuera así! La alegría de ser bautizados, de ser hijos de Dios y de transmitir la Buena Noticia. La alegría del bautizado que aúna, que convence y que hace entusiasmar a los demás. La alegría que se manifestó en el speaker, el toledano Fran Ramírez, que te sacaba una sonrisa de forma inesperada y que logró que todos nos diéramos un abrazo con quien teníamos al lado. Un ambiente jovial, alegre pero a la vez serio y muy respetuoso, porque a todos nos unía una misma fe. ¡Somos Iglesia, iglesia en salida!

Se notaba y se sentía el acompañamiento de nuestros pastores, de nuestros sacerdotes y sobre todo de los voluntarios, que con sus polos rojos estaban para lo que necesitáramos. Siempre cerca de ti te encontrabas un voluntario dispuesto a ayudarte. Interiormente estarían agotados, pero exteriormente mostraban una fuerza que arrastraba. ¡De todas las edades! No solo eran jóvenes, sino de todas las edades. ¡Se agradece! ¡Así da gusto!

…y ahora se nota y se siente que tenemos mucho camino que recorrer. Que solo hemos continuado con el camino que iniciamos hace unos meses; que ahora tenemos que dialogar con Dios, en el mundo y con el mundo; con oración, con encuentro con el Señor, con testimonio, con formación….¡Se nota y se siente que Cristo está presente!

 

Mónica Moreno Alonso