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No todo vale
No todo vale. Hay trabajos que son indecentes en sí mismos y otros lo son por las circunstancias en que se desarrollan. El trabajador podrá ser un santo, santificarse haciendo ese trabajo, pero el trabajo es indecente y probablemente quien lo promueve también.
En 1999 la OIT acuñó el concepto de «trabajo decente». El 1 de mayo de 2000, san Juan Pablo II con ocasión del jubileo de los trabajadores, lanzó un llamamiento para “una coalición mundial a favor del trabajo decente”, alentando la estrategia de la Organización Internacional del Trabajo.
Benedicto XVI en 2009 recoge el concepto «trabajo decente» y lo define en la encíclica Caritas in Veritate: Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación.
Años después nace la Iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) con una rápida implementación en las diócesis españolas y en algunos sectores de la misma Iglesia, como Cáritas Española, JOC, JEC, Justicia y Paz y, por supuesto, HOAC. Hacemos votos para que desde el apostolado seglar organizado vayan sumándose a esta iniciativa eclesial, superando viejos y nuevos prejuicios.
Otras instituciones del mundo del trabajo, tanto empresariales como sindicales, se unen desde su propia condición a esta iniciativa, que alcanza a formar parte de la Agenda 2030.
Este año, coincidiendo con el Jubileo de la esperanza, ponemos el foco en una de las situaciones más sangrantes de nuestro mundo: la de las personas trabajadoras migrantes, que son, según el Banco Central Europeo, responsables del 80% del crecimiento económico de España en el último lustro. Esta aportación, sin embargo, no se corresponde con su reconocimiento social ni con la calidad del empleo que ocupan, marcado muchas veces por la precariedad. La aportación de las personas migrantes debe ser reconocida y dignificada. Sin embargo vemos cómo algunas opciones políticas en nuestro país y en el conjunto del mundo globalizado denigran y ponen en tela de juicio su aportación e incluso su presencia entre nosotros.
Como concluye el manifiesto de este año: Reclamamos justicia, humanidad, trabajo decente: Derecho, no privilegio.
Miguel Andrés Llorca Díaz
Consiliario Diocesano de HOAC
Delegado Episcopal de Pastoral del Trabajo