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Cuidar el trabajo, cuidar la vida
El 1 de mayo de 2000, Juan Pablo II con ocasión del Jubileo de los trabajadores hizo un llamamiento para una coalición mundial a favor del trabajo decente alentando la estrategia de la Organización Internacional del Trabajo, dando así un fuerte apoyo moral a este objetivo. (Benedicto XVI, La Caridad en la Verdad nº63. 2009)
Esta llamada debe encontrar singular acogida en los fieles laicos y de manera especial en un aspecto clave vinculado al trabajo decente: el trabajo (considerado en un sentido amplio y no reducido al empleo) deber ser objeto de cuidado para a su vez cuidar la vida.
Cuidar el trabajo es buscar que sea humano, que se realice en condiciones dignas de manera que cuide a las personas, a la sociedad y a la casa común.
Conseguir esto no es fácil pues existen obstáculos insertos en nuestro modelo social destacando : haber convertido el trabajo que es una capacidad humana en un apéndice de la economía; haber construido un modelo socio económico desde la lógica de la máxima rentabilidad que nos ha encerrado en el círculo pernicioso del crecimiento ilimitado, la producción y el consumo; haber deformado el sentido del trabajo humano acabando por perder de vista o teniendo grandes dificultades para entender lo que significa el trabajo y su dignidad para la realización de nuestra humanidad como personas.
Teniendo en cuenta estos obstáculos, no podemos cejar en el empeño de la defensa del cuidado del trabajo lo que supone: promover los trabajos que respondan a las necesidades sociales; garantizar que todas las personas puedan aportar sus capacidades; acabar con la exclusión del empleo (paro) y la precarización del mismo; reconocer y valorar los trabajos que no son empleo; cuidar el valor y el sentido de las empresas como comunidades de trabajo al servicio de la sociedad; posibilitar la vida familiar, el descanso y el ocio; promover la seguridad y la salud laboral acabando con la siniestralidad laboral.
Con ello, los cristianos laicos llamados a transformar las realidades sociales según los criterios emanados de la Doctrina Social de la Iglesia, debemos esforzarnos para que el trabajo suponga vida, pues la finalidad más profunda del trabajo es ser donación para los demás, y camino de fraternidad entre las personas.
Para la mentalidad dominante en nuestra sociedad todo esto es ingenuo, pero no es así. Caminamos en la esperanza imaginando otra realidad más humana y por tanto más cristiana si reaccionamos con un sueño de fraternidad y amistad social como dice el Papa Francisco. (Cuaderno HOAC nº26. 2024)
José María Martín Alguacil.
Responsable de animación al compromiso de HOAC Toledo.