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“Tú, Señor, eres mi esperanza”
16 de noviembre de 2025
Jornada Mundial de los Pobres
El 16 de noviembre celebramos un año más la Jornada Mundial de los Pobres. Desde su instauración, ya han pasado ocho celebraciones de este día especialmente dedicado a los más pobres. Este año, la novena jornada, se enmarca dentro del Año Jubilar de la esperanza.
Hace poca semanas, el papa León nos ha regalado un documento que comenzó a escribir el papa Francisco y que lo ha terminado él mismo, Dilexi te. Como todos sabemos, esta exhortación está dedicada al amor preferencial del Señor por los pobres y, por lo tanto, toda la Iglesia debe seguir el mismo camino.
El Papa nos recuerda que el amor a Dios está indiscutiblemente unido al amor por los pobres. Es innegable que el primado de Dios en la enseñanza de Jesús va acompañado de otro punto fijo: no se puede amar a Dios sin extender el propio amor a los pobres. El amor al prójimo representa la prueba tangible de la autenticidad del amor a Dios, como asevera el apóstol Juan: “Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros. […] Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él” (1 Jn 4,12.16). Son dos amores distintos, pero inseparables. Incluso en los casos en los que la relación con Dios no es explícita, el Señor mismo nos enseña que todo acto de amor hacia el prójimo es de algún modo un reflejo de la caridad divina: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo hicisteis conmigo” (Mt 25,40). (n.26 de Dilexi te)
Nos recuerda esta verdad también con esta frase de su mensaje para la Jornada: Los pobres no son una distracción para la Iglesia, sino los hermanos y hermanas más amados.
¿A qué más nos invita el Papa en esta Jornada?
1. Abrir los ojos y el corazón
Vivimos en un mundo donde la pobreza puede quedar invisibilizada o sin interés por parte de la mayoría: personas sin hogar, familias vulnerables, migrantes que buscan un nuevo comienzo, ancianos solos, jóvenes sin horizonte… No podemos apartar la mirada. Por eso, el primer paso es abrir los ojos, pero sobre todo abrir el corazón. Reconocer que cada vida importa, que cada historia es un evangelio vivo de esperanza, y que cada persona pobre nos enseña al mismo Cristo.
2. Esperanza fuerte y fiable
El mensaje de este año subraya que incluso desde la precaria condición de la vulnerabilidad, el pobre puede ser testigo de una esperanza fuerte y fiable. Cuando los recursos escasean, cuando el poder falla, cuando todo parece en contra, aparece el rostro de la confianza, de la espera puesta en Dios. Esa es la esperanza que la Iglesia está llamada a sostener y a vivir, junto a los pobres y con los pobres.
3. Una Iglesia con y para los pobres
En algunos ambientes de la Iglesia da la impresión de que hay cierto rechazo o miedo a la austeridad o pobreza. Lo mejor para Dios, y mientras los hombres se aprovechan de ello. Quizás esto sucede porque se identifican aquellas con suciedad, desaliño, desorden… y por supuesto que nadie quiere vivir así. Sin embargo, un corazón austero y pobre es un corazón libre y desapegado que Dios hace caminar con más rapidez hacia Él.
En su mensaje, el Papa recuerda que los pobres están en el centro de toda la acción pastoral: no solo en su dimensión caritativa, sino también de lo que la Iglesia celebra y anuncia. Por lo tanto nuestras actividades, la liturgia, las iniciativas de solidaridad, han de pensarse teniendo en cuenta a los más vulnerables: no como destinatarios pasivos, sino como protagonistas de su dignidad y participación… acompañar, escuchar, involucrar, construir puentes.
4. Vida y testimonio desde lo cotidiano
La Jornada exige que lo que celebramos en un domingo se prolongue en la semana, en los gestos pequeños: una visita, una llamada, una escucha sincera, una invitación, el compartir con quien lo necesita.
5. Invitación para ti y para todos
Queridos lectores, somos invitados a reservar tiempo para reflexionar, para mirar dentro y fuera, para ver dónde están nuestras “pobrezas” —también las que ocultamos— y dónde están las pobrezas de otros que podamos acompañar.
Que esta Jornada Mundial de los Pobres sea un día de renovación profunda, de encuentro auténtico, de compromiso constante. Que cada uno de los que viven en pobreza, marginación o vulnerabilidad encuentre en nuestra comunidad un gesto amable, una palabra honesta, una presencia sincera. Y que nosotros, a su lado, descubramos la alegría de ser pueblo, de ser Iglesia, de ser uno en Cristo.
Carlos María González Diez
Delegación diocesana de Migraciones y Pastoral Gitana
Capellán del Centro de acogida de personas sin Hogar en Toledo
y del Hogar 2000 CARITAS Diocesana de Toledo

